miércoles, 10 de octubre de 2012

El Karma y la reencarnación.


Son dos temas tan “asimilados” en occidente que los usamos de manera cotidiana sin entender  en profundidad que significan o cuan cercanas sean a nosotros tanto cultural como espiritualmente.
Reencarnación es el proceso mediante el cual una misma alma ocupa muchos cuerpos, en orden sucesivo, tanto de humanos como de animales (aún cuando las vidas como animales sean bastante difíciles de recordar en regresiones hechas como humano), con el fin de experimentar e intentar llevar a la práctica conceptos que como almas dominamos, pero que al nacer olvidamos y que debemos “redescubrir” a lo largo de dicha vida. De manera bastante análoga a un video juego.
Karma, contrario a lo que muchos creen que sea, no es un castigo divino por malas acciones realizadas en el pasado, es más bien, la acumulación de “niveles a superar” o desafíos. Lo que es bastante lógico, si reencarnas en una vida para aprender a “ser feliz” y no consigues experimentar la felicidad durante la misma tú siguiente vida en la cual tendrías que aprender a “comprender a los demás” tendrá que modificar los eventos que ocurrirán durante la misma para que tengas oportunidad de superar los dos niveles en la misma vida, lo que la hará algo más difícil.
Así mismo, cuando resolvamos una vida tomando una decisión que no nos lleve a la resolución final. Ejemplo, un suicidio. No solo tendremos que volver a aprender los que teníamos que aprender y lo próximo, sino que además tendremos un “trauma energético” que puede manifestarse en una fobia o una tendencia a repetir el mismo patrón de conducta en un análisis inconsciente semejante a “lo que funcionó una vez para sacarme de los problemas seguro que vuelve a funcionar otra vez”, de forma que no solo tenemos que resolver dos niveles en lugar de uno, sino que además tenemos que superar nuestro “nuevo hábito” antes de hacerlo un vicio y tener que volver a una tercera, cuarta o quinta vida, con sus cinco niveles o con suerte alguno menos y el mismo trauma. Algunos como la tendencia al suicido o a ser violentados física o sexualmente (por parejas o desconocidos) son particularmente reticentes a irse y puede tomarle hasta diez vidas o más superarlos.
Distinto es el caso de los traumas o bloqueos energéticos los cuales ocurren por eventos negativos muy intensos y que se gravan como cicatrices en nuestro sistema energético. Nos causan malestar, por lo que evitamos “penetrar en ellos” o conectarnos con ellos, porque no nos sentimos capaces de superarlos, pero no recordarlos, que es el precio y motivación para separarlos de nosotros solo nos lleva a repetirlos, originando un circulo vicioso.
He aquí la pregunta del millón, ¿Cómo saber si lo que hago me libera de mi karma o no y hace que supere este nivel de aprendizaje y no tenga que repetirlo? Aprendiendo a escuchar al corazón. Dejar que el amor sea quien guie, aprender a amar incondicionalmente. Es decir, ver a la persona que nos causa dolor o malestar, ya sea otro o nosotros mismos, sentir y entender todas las causas por las cuales no las queremos y aún así, elegir a pesar de todo, amarlas.
Eso es amar más allá de amor y liberarnos